Los Iniciados

Los iniciados es una narración sobre la literatura escrita con mucha literatura y sentido grave sobre la identidad del arte literario, donde Luis Ortiz despacha toda generalización y levanta, con su estilo, cada estrofa sobre su propia especificidad, indagando la verdad humana en la literatura y donde cada personaje, aparece inseparable de sus acciones y de su ambiente; cada narración, un corpus de particularidades. Su escritura no se limita a la cuestión de cómo construye la narración, sino de cómo lo gestiona: avanza, por supuesto, pero hay unos instantes en los que, sin detenerse, retrata. Muestra, en dos o tres líneas, un corte del instante, como si un flash irrumpiera en la escena, la ocupara de luz, para luego desaparecer. Y es en ese santiamén recorre con objetividad y algo de prudencia, el ancho mundo de la gran literatura mostrándonos el estado interior de un personaje, de un escritor, de su obra y su pensamiento, mezclando comentarios que pudieran o no haber dichos, porque un delgado hilo entre ambos está permanentemente tensado haciéndolos verosímiles e imponiendo su tono, mientras solo se deja llevar sin diferenciar, pero atrapándonos, entre la ficción y la realidad. Se trata de un género inclasificable y demandante, plástico y volátil, cuyo resultado es pura literatura. En ella todo es diálogo, una conversación íntima entre los escritores, su entorno, así como sus pensamientos y acciones sobre la literatura y su vida. Es una narración, que si bien está llena de artimañas en la cual se niega y sabotea, hasta cierto punto, la perspectiva de la realidad y la narrativa, proporciona, mediante una prosa precisa y sin prisa, evidencias factuales sobre lo que se va narrando. En esta narración se percibe un discurso narrativo multilineal y simultáneo, en el que se contrae la dimensión temporal; se trata de una narrativa literaria múltiple en la que su autor se convierte en un narrador-autor cuasi-omnisciente, que se mete dentro de la narración superponiendo la ficción con la realidad y la contemporalidad, sin menoscabar a la palabra, sin dejar de transmitir, en una especie de pacto de retranscripción, la opinión de los escritores.